lunes, 20 de marzo de 2023

Montse Valdés

PINTAR ES UNA FORMA DE VIVIR por Montse Valdés – WEB - “Tener don es importante, pero puede no ser nada si no está acompañado por la libertad de pensamiento, la exigencia, la valentía, la pasión y la firme voluntad de llegar a tu propósito.

Durante los primeros veinte años de mi evolución artística perseguí con gran pasión “el Cuadro”: cada obra en la que empezaba a trabajar estaba potencialmente destinada a serlo… hasta llegar a la mitad del proceso, cuando empezaba a alejarse de lo que yo quería. Sin embargo, no tenía tiempo para desanimarme, porque enseguida empezaba a trabajar en otra obra con el mismo afán y entusiasmo. Durante doce horas diarias, todos los días del año, a lo largo de veinte años, no había lugar para nada más que la pintura.
Los primeros diez años me preocupé más por la técnica. Nada era más importante para mí que seguir el proceso del cuadro que estaba pintando en ese momento. Durante la época que asistí a la facultad de Bellas Artes en París, me molestaba hasta el hecho de hablar con la gente. Solo me interesaba el espacio del taller, el ambiente, sus modelos, algunas conferencias.

Lo más importante era pintar y pintar, sacar lo que llevaba dentro, y siempre con modelo del natural. Cuando estaba al principio de un trabajo no quería influencias de ningún tipo, porque sentía que lo que estaba creando era maravilloso.

Por otro lado, cuando estaba acabando el trabajo sentía que ya se me estaba “escapando de las manos”.

En aquella temporada vivía casi exclusivamente de retratos que realizaba durante los tres meses de verano en Marbella (España), Algarve (Portugal), Santorini (Grecia)y en la Costa Azul (Francia).

De esos tiempos recuerdo sobre todo las caras que se prestaban quietas, inmóviles delante de mí, y todo un corro de espectadores que, en silencio y con los ojos bien abiertos, miraban la rápida ejecución del retrato y cómo en el papel iba apareciendo el rostro y el alma del modelo. Esos veranos cerca del mar, rodeada de gentes de todos los lugares del mundo, eran para mí una manera interesante y fascinante de autofinanciarme para poder trabajar todo el año, entregada totalmente a mi búsqueda y a mi proceso artístico. Después de uno de esos viajes a Grecia, en lugar de volver a España mi rumbo giró hacia Tailandia e India, pasando casi un año entre esos dos países. Este viaje dio una mayor profundidad espiritual a mi crecimiento personal y artístico.

Los siguientes diez años, habiendo vuelto a Barcelona, me enfoqué en el objetivo de llegar a expresarme de la manera más auténtica.

Recuerdo que paraba al mediodía para ir a comer al restaurante vegetariano al lado de mi taller-casa en Las Ramblas, donde contactaba con gente. Hablábamos de pintura, por supuesto, y después subía rápido para seguir pintando. Entonces ya no me preocupaba tanto por la técnica: me interesaba más tratar de percibir el interior de las personas para poder luego plasmarlo en mi cuadro. De esta manera tenía la oportunidad de ver personas que me inspiraran para pintar, y a menudo les proponía que me hicieran de modelos. La búsqueda de “el Cuadro” seguía obsesionándome.

Después, hace unos trece años, todo mi empeño empezó a dar fruto. Poco a poco, pero con contundencia, el espíritu de mi obra se fue manifestando cada vez con más presencia.

Algo cambió y mi trabajo artístico se ajustó, se centró. Los cuadros que pintaba me gustaban, estaban alineados con lo que quería conseguir. Algunos hasta llegaron a superar mis expectativas. A veces me sorprendía: ¿cómo había conseguido pintar eso? Ya no buscaba, encontraba.

Ahora llevo treinta y tres años en mi camino artístico, ¡qué edad tan bonita! Mi obra tiene su propio proceso, que a la vez es el mío, aunque a menudo la vea como una entidad aparte.
Esto sucede cuando consigo liberarme de todo y me entrego totalmente a la obra, haciéndome más pequeña hasta desaparecer: la obra se manifiesta y se crea a sí misma.

Soy un instrumento para la creación, como antes lo fue el pincel para mí. A veces miro un cuadro mío y siento que el cuadro mismo “quería” existir, tenía que existir, o incluso ya existía y ahora se ha manifestado. Esta tarea no es fácil y se me puede escapar en cualquier momento, de hecho se me escapa muchas veces: al interferir demasiado, la inspiración (o creación) se va, dejándome sola con mi técnica, y ese cuadro está muerto.

Como expresa Toni Facundo en sus poemas, dedicarse a cualquier tipo de expresión artística no es mero ejercicio artístico, es una forma de vivir… una forma de estar ante la vida. Es revelarse ante las injusticias, ante los abusos de los poderosos. Es la fiebre que delata la enfermedad de la sociedad, es la conciencia de los desheredados. Son los gemidos desesperados de las almas sensibles.”

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