Joaquín Moreno Murube

JOAQUÍN MORENO MURUBE nació en Los Palacios, Sevilla, el 18 de julio de 1904. De familia acomodada, su padre, Rafael Romero, era presidente de la Diputación de Sevilla y de la Sociedad Económica de Amigos del País. Pasó su niñez en cortijos y fincas familiares antes de trasladarse a Sevilla para estudiar el bachillerato con los jesuitas. Admirador la revista “Bética” (1913-1917), pronto frecuentó el Ateneo hispalense y en 1920 comenzó los estudios de derecho en la Universidad de Sevilla. Desde los años treinta hasta su muerte, fue conservador de los Reales Alcázares. Romero Murube, vivió la mayor parte de su vida en esa ciudad, a la que convirtió en centro de su obra.

De 1923 y 1925 datan, respectivamente, sus tempranas novelas cortas “La tristeza del Conde Laurel” y “Hermanita Amapola”. En 1924 apareció “Prosarios”, su primer y aún modernista libro de prosa poética, pero de apunte costumbrista. En junio de 1926 fundó, junto a Alejandro Collantes, Juan Sierra, Rafael Laffón y Rafael Porlán, la revista “Mediodía”, de la que fue redactor jefe y uno de sus más asiduos colaboradores.

“Sombra apasionada”(1929) ya es totalmente del estilo del 27, combina versos, prosas y aforismos. La impronta de Federico García Lorca es visible en su segunda etapa poética, integrada por “Siete Romances” (1937), “Canción del Amante andaluz” (1941), Kasida del olvido (1945) y “Tierra y canción” (1948).

Sus últimos años los dedicó por entero a la literatura y al embellecimiento de los jardines del Alcázar, donde apadrinó tertulias y vivió rodeado de una corte de refinados poetas e intelectuales. – Fuente>>


A UN AMIGO MUERTO

He subido las calles de Granada
para buscar tu voz y tu gemido
y en fría soledad ya voy perdido
por muro blanco y tarde desolada.

Mudo el rumor del monte y la llanada.
Sin flores ni canción, sin luz, tu nido.
Busco jardines altos que has vivido
y sólo encuentro pena soterrada.

¿Y aquel caudal de vida, aquel potente
ritmo de voz humana poderoso
hecho yema del mundo y luces bellas?

Ya no te ve Granada ni te siente.
Tu sangre es caño de agua silencioso.
Tu luz y tu temblor, de las estrellas.


CASIDA DE AMOR Y MIEDO

-¿Quién me sigue por la calle?
-¿Quién en la esquina en acecho?

-Nadie te vio entrar. Respira.
La vida nace en tus besos.
Están las puertas cerradas
y el corredor en secreto.

-¿Quién pasa tras la cancela?
-¿Quién habla cerca, aquí dentro?
-No pasa nadie. Los muros
no devuelven ningún eco.
Tus labios, llenos de espanto,
duelen de frío y de fuego.

(En la oscuridad, las sombras
juegan su baile de espectros.
En el aire de la cita
brinca la cebra del miedo.
Crujen auras navegantes
sobre el cauce del silencio.
Y el mundo rueda al abismo
ante un reloj descompuesto.)

¡Ay amor si tú volvieras,
amor de amor y de miedo!


ESPEJOS

El espejo es el hijo predilecto de la luz
Basta un espejo para desbaratar el mundo.

En el río están los espejos atacados de prisa.
El mar es el manicomio de los espejos.
La luna, el camposanto de las lunas rotas y muertas de los espejos.

La única tristeza de los espejos es no tener voz.
Hay muertes ocasionadas por el veneno de los espejos: la de Venecia, entre otras.
Los espejos guardan el cadáver del aire.


SEVILLA

 Sevilla, cuando yo muera
no quiero ser tierra tuya.
Aire fino de tus barrios.
Soledad de tus clausuras.
Vuelo y canto de campanas
que suben a Dios su música.
Luz de la tarde dormida.
Jazmín de novia. Ternura
de madre joven, contenta.
Caridad dulce y oculta
que besa llagas y heridas
y no pregona sus luchas.
Casta de tu señorío.
Claridades sin penumbras.
Aroma, canto, saeta,
júbilo, oración, profunda
sabiduría sin norma.
Sencillez que nada oculta.
Sevilla, cuando yo muera
quiero ser tu gracia pura.

SIN SABER POR QUÉ HE VENIDO…

Sin saber por qué he venido.
Esta es mi alcoba y mi cuarto.
En la ventana el herraje
eterniza el mismo cuadro.
Se adivina, negra, el agua
en el pozo ensimismado.
Entre las ramas del cielo
tiembla el sueño de los pájaros.
La casa grande, esterada,
mata mi voz y mis pasos.

¡Soledad de mi niñez
por el pueblo y por el campo!
¡Yo nunca supe tu nombre
ni nunca te di la mano.


SOMBRA

 ¡Sombra, tumba primeriza
que cava el cuerpo en la tierra,
contorno justo que encierra
presuntas nadas, ceniza.
La línea fiel, puntualiza
un perfil muerto, aunque crece
si el cuerpo en la luz se mece.
Sólo al colmar la mañana
en la alegría meridiana
la tumba desaparece!

No hay comentarios:

Publicar un comentario