Ramón de Campoamor


(Ramón de Campoamor y Campoosorio; Navia, 1817 - Madrid, 1901) Poeta español que gozó, en su tiempo, de gran estima y popularidad. Su obra, no obstante, no superó la revisión de valores efectuada por las generaciones del modernismo y la del 98. En cambio, refleja fielmente las corrientes intelectuales de la época, tales como el positivismo o el tradicionalismo religioso.
                                  
Huérfano muy pronto de padre, fue educado por su madre durante su infancia, que pasó en su tierra natal. Estudió latinidad en Puerto de Vega, en la misma provincia, y de allí pasó a Santiago de Compostela, donde cursó Filosofía. A los dieciocho años, en una crisis de misticismo, decidió ingresar en la Compañía de Jesús, pero pronto cambió de idea y, trasladado a Madrid, estudió lógica y matemáticas en el convento de Santo Tomás.

Aficionado a la medicina, se matriculó en el Colegio de San Carlos, pero no tardó mucho tiempo en revelarse en Campoamor su verdadera vocación de poeta; abandonó los estudios académicos, decidido a consagrarse a la literatura. Se pasaba largas horas en la Biblioteca Nacional leyendo y estudiando las obras de los clásicos españoles y universales. Mientras tanto frecuentaba las tertulias literarias y se había dado a conocer con la publicación de algunas poesías que merecieron elogios.

Sus primeras obras fueron un tomo de Fábulas y otros dos titulados Ternezas y flores (1840) y Ayes del alma (1842). Eran versos fáciles y sentimentales que valieron a nuestro autor el dictado de "poeta de las damas". Muy joven aún, manifestó sus ideas políticas con la publicación de una serie de cuadernos que tituló Historia crítica de las Cortes reformadoras (1837). Pronto entró en la carrera burocrática; se adscribió al partido moderado de Romero Robledo y desde tal posición luchó contra los fundamentos del partido democrático de Castelar. A fines de 1847, el conde de San Luis le nombró jefe político de Castellón de la Plana, y más tarde fue gobernador civil de Alicante y de Valencia (1584).

Campoamor continuaba escribiendo: en 1853 vio la luz El drama universal, poema de cierta extensión al que siguieron otros dos títulos: Colón y El licenciado Torralba. Pero sus obras más importantes y sobre todo más características son las Doloras (1846), los Pequeños poemas (1872-74) y las Humoradas (1886-88). Campoamor se casó con Guillermina Gormande, que no le dio hijos, y en 1861 ingresó en la Academia; en su discurso de recepción desarrolló el tema La metafísica limpia, fija y da esplendor al lenguaje.

Su mujer había aportado una apreciable dote al matrimonio, con lo que Campoamor pasó a ser un pacífico y acomodado burgués, de carácter afable y grata conversación, de rostro simpático, ornado de blancas patillas que le daban el aspecto de banquero acaudalado; vivió una prolongada ancianidad, sólo perturbada por los ataques de gota, rodeado de la admiración de sus contemporáneos, que veían en él a un genio de la poesía y a un excelso filósofo; baste decir que fue comparado con Shakespeare, Dante, Calderón, Goethe...
Lo cierto es que la obra de Campoamor no resiste hoy un examen crítico. Su estilo es prosaico y su pretendida filosofía es de lo más ramplón y superficial. 

Era un hombre de talento, pero su concepto de la poesía, que expuso en su Poética, es esencialmente equivocado; los aciertos que pueda haber en su obra hacen excepción y pesan muy poco.
Su único mérito es el de haber sido un eco, en verso, de toda una sociedad y un tiempo, pero ese tiempo era, en cuanto a calidad poética, de lo más pobre que pueda darse en cualquier época y país. El gusto y las ideas que entonces predominaban en España sumieron a gran parte de la cultura hispana en la más lamentable inanidad. El fracaso de las guerras coloniales fue el revulsivo que produjo el movimiento intelectual y crítico de la generación del 98. Campoamor y lo que el poeta representaba quedaría superado por insignificante, insípido y anacrónico. -



La niña y la mariposa

Va una mariposa bella
volando de rosa en rosa,
y de una en otra afanosa
corre una niña tras ella.

Su curso, alegre y festiva,
sigue con pueril afán,
y con airoso ademán
la mariposa se esquiva.

A veces con loco intento
quiere hacer presa en sus galas,
y, en vez de tocar sus alas,
toca las alas del viento.

Y su empeño duplicando,
cuanto más corre afanosa,
más leda la mariposa
va su inocencia burlando.

La ciñe en rápido giro,
y al ir a cogerla esbelta,
por cada vez que se suelta,
suelta la niña un suspiro.

Mas, sin ceder en su anhelo,
presta una, y la otra ligera,
ni una acorta su carrera,
ni la otra amaina su vuelo.

Y vagan embebecidas,
sin sentir indiferentes
ni el són de las claras fuentes,
ni el de las auras perdidas.

Ni los pájaros que espantan,
entre las ramas divisan,
ni ven las flores que pisan,
ni oyen las aves que cantan.

Y mientras estas cantando
siguen con plácido estruendo,
la niña sigue corriendo,
la mariposa volando.

-Amaina el vuelo sereno,
mariposa,
de quien es albergue el seno
de la rosa.
¿Por qué en tal dulce ocasión
vas sin tino
huyendo así la prisión
de lazo tan peregrino?

Reina de las blandas flores,
sus enojos
no temas, ni los ardores
de sus ojos,
porque ese puro arrebol
que enamora,
si es luciente como el sol,
es tierno como la aurora.

Entre mil palmas no hay talle
más galano,
ni azucena en todo el valle
cual su mano.
No oirás de su voz divina
la dulzura,
ni el ruiseñor que trina,
ni el raudal que murmura.

Aprende el aura a ser leve
de su planta,
y, para formar con nieve
su garganta.
le dió el cisne el atavío
de su pluma,
lumbre la aurora, y el río
su plata, cristal y espuma.

-No sigas más la inconstante
mariposa,
enamorada y errante
niña hermosa,
que al fin vendrá a ser cautiva
de tu llama,
si aun amorosa, aunque esquiva,
la luz de los cielos ama.

Y aunque aspira de mil flores
la fragancia,
no imites en tus amores
su inconstancia;
que al fin de tanto vagar,
suele, hermosa,
entre las flores hallar
la yerba más venenosa.

Imita sólo su vuelo,
pues serena,
jamás, niña toca el cielo,
ni la arena.
Quien se humilla o sin razón
subir quiere,
muere a manos de un halcón
si a las de un áspid no muere.

Mas ¡ay! que vas en pos de ella
vagarosa,
sin escuchar mi querella,
niña hermosa.
Sigues con presteza tanta
tu contento,
que así encomiendas tu planta,
como mi súplica, al viento.-

Y en tan inocente afán,
como su gusto entretienen,
así vagabundas vienen,
y así vagabundas van.

A veces en su embeleso
la mariposa, al pasar,
suele fugaz estampar
sobre su mejilla un beso.

Y rauda su vuelo alzando,
la niña de ángel blasona,
al trazar una corona
sobre su frente girando.

Y siguen acordemente
la mariposa en sus giros,
la niña con sus suspiros,
con sus rumores la fuente.

Vagan los aires süaves
formando dobles acentos,
y al grato son de los vientos,
siguen cantando las aves.

Y entre tanta melodía,
tanta corriente murmura,
que es todo el aire frescura,
aroma, luz y armonía.

Y susurrando congojas
prosiguen mintiendo quejas,
en el pensil las abejas,
y en la enramada las hojas.

Y tiernas flores hollando,
y frescas auras batiendo,
la niña sigue corriendo,
la mariposa volando.




AMOR Y GLORIA

¡Sobre arena y sobre viento
lo ha fundado el cielo todo!
Lo mismo el mundo del lodo
que el mundo del sentimiento.
De amor y gloria el cimiento
sólo aire y arena son.
¡Torres con que la ilusión
mundo y corazones llena;
las del mundo sois arena,
y aire las del corazón!

autógrafo



CANTARES

¡Ay! ¡Ay!
Más cerca de mí te siento
cuando más huyo de ti,
pues tu imagen es en mí,
es en mí,
sombra de mi pensamiento,
sombra de mi pensamiento.
¡Ay! Vuélvemelo a decir,
vuélvemelo a decir
pues embelesado ayer
te escuchaba sin oír
y te miraba sin ver,
y te miraba sin ver. ¡Ay!




LO QUE HACE EL TIEMPO
A Blanca Rosa de Osma

 
Con mis coplas, Blanca Rosa,
Tal vez te cause cuidados
          Por cantar
Con la voz ya temblorosa,
Y los ojos ya cansados
          De llorar.

Hoy para ti sólo hay glorias,
Y danzas y flores bellas;
          Mas después,
Se alzarán tristes memorias,
Hasta de las mismas huellas
          De tus pies.

En tus fiestas seductoras
¿No oyes del alma en lo interno
          Un rumor,
Que lúgubre a todas horas,
Nos dice que no es eterno
          Nuestro amor?

¡Cuánto a creer se resiste
Una verdad tan odiosa
          Tu bondad!
¡Y esto fuera menos triste
Si no fuera, Blanca Rosa,
          Tan verdad!

Te aseguro, como amigo,
Que es muy raro, y no te extrañe,
          Amar bien.
Siento decir lo que digo;
Pero ¿quieres que te engañe
          Yo también?

Pasa un viento arrebatado,
Viene amor, y a dos en uno
          Funde Dios;
Sopla el desamor helado,
Y vuelve a hacer, importuno,
          De uno, dos.

Que amor, de egoísmo lleno,
A su gusto se acomoda
          Bien y mal;
En él hasta herir es bueno,
Se ama o no ama, aquí está toda
          Su moral.

¡Oh! ¡qué bien cumple el amante,
Cuando aun tiene la inocencia,
          Su deber!
Y ¡cómo, más adelante,
Aviene con su conciencia
          Su placer!

¿Y es culpable el que, sediento,
Buscando va en nuevos lazos
          Otro amor?
¡Sí! culpable como el viento
Que, al pasar, hace pedazos
          Una flor.

¿Verdad que es abominable
Que el corazón vagabundo
          Mude así,
Sin ser por ello culpable,
Porque esto pasa en el mundo
          Porque sí?

Se ama una vez sin medida,
Y aun se vuelve a amar sin tino
          Más de dos.
¡Cuán versátil es la vida!
¡Cuán vano es nuestro destino,
          Santo Dios!

Él lleve tu labio ayuno
A algún manantial querido
          De placer,
Donde dichosa, ninguno
Te enseñe nunca el olvido
          Del deber.

Siempre el destino inconstante
Nos da cual vil usurero
          Su favor:
Da amor primero y no amante;
Después mucho amante, pero
          Poco amor.

Tranquila a veces reposa,
Y otras se marcha volando
          Nuestra fe.
Y esto pasa, Blanca Rosa,
Sin saber cómo, ni cuándo,
          Ni por qué.

Nunca es estable el deseo,
Ni he visto jamás terneza
          Siempre igual.
Y ¿a qué negarlo? No creo
Ni del bien en la fijeza,
          Ni del mal.

Este ir y venir sin tasa,
Y este moverse impaciente,
          Pasa así,
Porque así ha pasado y pasa,
Porque sí, y ¡ay! solamente
          Porque sí.

¡Cuán inútil es que huyamos
De los fáciles amores
          Con horror,
Si cuanto más las pisamos,
Más nos embriagan las flores
          Con su olor!

El cielo sin duda envía
La lucha a la tormentosa
          Juventud;
Pues ¿qué mérito tendría
Sin esfuerzos, Blanca Rosa,
          La virtud?

¡Ay! un alma inteligente,
Siempre en nuestra alma divisa
          Una flor,
Que se abre infaliblemente
Al soplo de alguna brisa
          De otro amor.

Mw dirás: —¿Y en qué consiste
Que todo a mudar convida?—
          ¡Ay de mí!
En que la vida es muy triste...
Pero aunque triste, la vida
          Es así.

Y si no es amor el vaso
Donde el sobrante se vierte
          Del dolor,
Pregunto yo: —¿Es digno acaso
De ocuparnos vida y muerte
          Tal amor?—

Nunca sepas, Blanca Rosa,
Que es la dicha una locura,
          Cual yo sé;
Si quieres ser venturosa,
Ten mucha fe en la ventura,
          Mucha fe.

Si eres feliz algún día,
¡Guay, que el recuerdo tirano
          De otro amor
No se filtre en tu alegría,
Cual se desliza un gusano
          Roedor!

Tú eres de las almas buenas,
Cuyos honrados amores
          Siempre son
Los que bendicen sus penas,
Penas que se abren en llores
          De pasión.

Con tus visiones hermosas,
Nunca de tu alma el abismo
          Llenarás,
Pues la fuerza de las cosas
Puede más que Hércules mismo,
          ¡Mucho más!...

Si huye una vez la ventura,
Nadie después ve las flores
          Renacer
Que cubren la sepultura
De los recuerdos traidores
          Del ayer.

¿Y quién es el responsable
De hacer tragar sin medida
          Tanta hiel?
¡La vida! ¡esa es la culpable!
La vida, sólo es la vida
          Nuestra infiel.

La vida, que desalada,
De un vértigo del infierno
          Corre en pos:
Ella corre hacia la nada;
¿Quieres ir hacia lo eterno?
          Ve hacia Dios.

¡Sí! corre hacia Dios, y Él haga
Que tengas siempre una vieja
          Juventud.
La tumba todo lo traga;
Sólo de tragarse deja
          La virtud.




LA VIDA HUMANA

Velas de amor en golfos de ternura
vuela mi pobre corazón al viento
y encuentra, en lo que alcanza, su tormento,
y espera, en lo que no halla, su ventura,

viviendo en esta humana sepultura
engañar el pesar es mi contento,
y este cilicio atroz del pensamiento
no halla un linde entre el genio y la locura.

¡Ay! en la vida ruin que al loco embarga,
y que al cuerdo infeliz de horror consterna,
dulce en el nombre, en realidad amarga,

sólo el dolor con el dolor alterna,
y si al contarla a días es muy larga,
midiéndola por horas es eterna.




CANTARES

Por más contento que esté,
una pena en mí se esconde
que la siento no sé dónde
y nace de no sé qué.
...
Tenga penas o contento,
me nacen a manos llenas,
por cada placer cien penas,
por cada pena otras ciento.




¡QUIÉN SUPIERA ESCRIBIR!

                        I
—Escribidme una carta, señor Cura.
            —Ya sé para quién es.
—¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
            Nos visteis juntos? —Pues.

—Perdonad; mas... —No extraño ese tropiezo.
            La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
            Mi querido Ramón:

—¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
            —Si no queréis... —¡Sí, sí!
¡Qué triste estoy!  ¿No es eso? —Por supuesto.
            —¡Qué triste estoy sin ti!

Una congoja, al empezar, me viene...
            —¿Cómo sabéis mi mal?
—Para un viejo, una niña siempre tiene
            El pecho de cristal.

¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura,
            ¿Y contigo? Un edén.
—Haced la letra clara, señor Cura;
            Que lo entienda eso bien.

El beso aquel que de marchar a punto
            Te di... —¿Cómo sabéis?...
—Cuando se va y se viene y se está junto
            Siempre... no os afrentéis.

Y si volver tu afecto no procura,
            Tanto me harás sufrir...
—¿Sufrir y nada más? No, señor Cura,
            ¡Que me voy a morir!

—¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo?...
            —Pues, sí, señor, ¡morir!
—Yo no pongo morir. —¡Qué hombre de hielo!
            ¡Quién supiera escribir!

                        II
¡Señor Rector, señor Rector! en vano
            Me queréis complacer,
Si no encarnan los signos de la mano
            Todo el ser de mi ser.

Escribidle, por Dios, que el alma mía
            Ya en mí no quiere estar;
Que la pena no me ahoga cada día...
            Porque puedo llorar.

Que mis labios, las rosas de su aliento,
            No se saben abrir;
Que olvidan de la risa el movimiento
            A fuerza de sentir.

Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,
            Cargados con mi afán,
Como no tienen quien se mire en ellos,
            Cerrados siempre están.

Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
            La ausencia el más atroz;
Que es un perpetuo sueño de mi oído
            El eco de su voz...

Que siendo por su causa, el alma mía
            ¡Goza tanto en sufrir!...
Dios mío ¡cuántas cosas le diría
            Si supiera escribir!...

                        III
                    EPÍLOGO
—Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
            A don Ramón... En fin,
Que es inútil saber para esto arguyo
            Ni el griego ni el latín.




  LA OPINIÓN

A mi querida prima Jacinta White de Llano,
en la muerte de su hija
 ¡Pobre Carolina mía!
¡Nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar:
Un clérigo. Empiece el canto.
El doctor. ¡Cesó el sufrir!
El padre. ¡Me ahoga el llanto!
La madre. ¡Quiero morir!
Un muchacho. ¡Qué adornada!
Un joven. ¡Era muy bella!
Una moza. ¡Desgraciada!
Una vieja. ¡Feliz ella!
—¡Duerme en paz!—dicen los buenos.
—¡Adiós!—dicen los demás.
Un filósofo. ¡Uno menos!
Un poeta. ¡Un ángel más!




HUMORADAS

Háblame más... y más..., que tus acentos
me saquen de este abismo;
el día en que no salga de mí mismo,
se me van a comer los pensamientos.




LAS DOS LINTERNAS (fragmento)
DON GUMERSINDO LAVERDE RUIZ
En este mundo traidor
Nada es verdad ni mentira:
Todo es según el color
Del cristal con que se mira.






Primera parte de este conocido poema de Don Ramón de Campoamor, incluido en el programa de la teleserie DIVERTIDO SIGLO correspondiente a 1901, por ser el año del fallecimiento del insigne poeta. Lo interpretan Tina Sainz y Manuel Dicenta


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