Gerardo Diego Cendoya. (Santander, 3 de octubre de 1896-Madrid, 8 de julio de 1987). Poeta español miembro de la Generación del 27.

ni el tallo esbelto de los lápices remata en cáliz de condescendencia
La presencia de la muerte
se hace cristal de roca discreta
para no estorbar el intenso olor a envidia joven
que exhalan los impermeables
Y yo quiero romper a hablar a hablar
en palabras de nobles agujeros dominó del destino
Yo quiero hacer del eterno futuro
un limpio solo de clarinete con opción al aplauso
que salga y entre libremente por mis intersticios de amor y de odio
que se prolongue en el aire y más allá del aire
con intenso reflejo en jaspe de conciencias
Ahora que van a caer oblicuamente
las últimas escamas de los llantos errantes
ahora que puedo descorrer la lluvia
y sorprender el beso tiernísimo de las hojas y el buen tiempo
ahora que las miradas de hembra y macho
chocan sonoramente y se hacen trizas
mientras aguzan los árboles sus orejas de lobo
dejadme salir en busca de mis guantes
perdidos en un desmayo de cielo acostumbrado a mudar de pechera
La vida es favorable al viento
y el viento propicio al claro ascendiente de los frascos de esencia
y a la iluminación transversal de mis dedos
Un álbum de palomas rumoroso a efemérides
me persuade al empleo selecto de las uñas bruñidas
Transparencia o reflejo
el amor diafaniza y viaja sin billete
de alma a alma o de cuerpo a cuerpo
según todas las reglas que la mecánica canta
Ciertamente las campanas maduras no saben que se cierran como los senos de oficina
cuando cae el relente
ni el tallo erguido de los lápices comprende que ha llegado el momento de coronarse de gloria
Pero yo sí lo sé y porque lo sé lo canto ardientemente
Los dioses los dioses miradlos han vuelto sin una sola cicatriz en la frente
En este río lácteo
los navíos no sueñan sobre el álveo
Como un guante famélico
el día se me escapa de los dedos
Me voy quedando exhausto
pero en mi torso canta el mármol
Una rueda lejana
me esconde y me suaviza
las antiguas palabras
Cae el líquido fértil de mi estatua
y los navíos cabecean
amarrados al alba
PRIMAVERA
A Melchor Fernández Almagro.
Los días niños cantan en mi ventana
Las casas son todas de papel
y van y viven las golondrinas
doblando y desdoblando esquinas
Violadores de rosas
Gozadores perpetuos del marfil de las cosas
Ya tenéis aquí el nido
que en la más ardua grúa se os ha construido
Y desde él cantaréis todos
en las manos del viento
Mi vida es un limón
pero no es amarilla mi canción
Limones y planetas
en las ramas del sol
cuántas veces cobijasteis
la sombra verde de mi amor
la sombra verde de mi amor
La primavera nace
y en su cuerpo de luz la lluvia pace
El arco iris brota de la cárcel
Y sobre los tejados
mi mano blanca es un hotel
para palomas de mi cielo infiel
NUBES
A Melchor Fernández Almagro.
Yo pastor de bulevares
desataba los bancos
y sentado en la orilla corriente del paseo
dejaba divagar mis corderos escolares
Todo había cesado
Mi cuaderno
única fronda del invierno
y el quiosco bien anclado entre la espuma
Yo pensaba en los lechos sin rumbo siempre frescos
para fumar mis versos y contar las estrellas
Yo pensaba en mis nubes
olas tibias del cielo
que buscan domicilio sin abatir el vuelo
Yo pensaba en los pliegues de las mañanas bellas
planchadas al revés que mi pañuelo
Pero para volar
es menester que el sol pendule
y que gire en la mano nuestra esfera armilar
Todo es distinto ya
Mi corazón bailando equivoca a la estrella
y es tal la fiebre y la electricidad
que alumbra incandescente la botella
Ni la torre silvestre
distribuye los vientos girando lentamente
ni mis manos ordeñan las horas recipientes
Hay que esperar el desfile
de las borrascas y las profecías
Hay que esperar que nazca de la luna
el pájaro mesías
Todo tiene que llegar
El oleaje del cine es igual que el del mar
Los días lejanos cruzan por la pantalla
Banderas nunca vistas perfuman el espacio
y el teléfono trae ecos de batalla
Las olas dan la vuelta al mundo
Ya no hay exploradores del polo y del estrecho
y de una enfermedad desconocida
se mueren los turistas
la guía sobre el pecho
Las olas dan la vuelta al mundo
Yo me iría con ellas
Ellas todo lo han visto
No retornan jamás ni vuelven la cabeza
almohadas desahuciadas y sandalias de Cristo
Dejadme recostado eternamente
Yo fumaré mis versos y llevaré mis nubes
por todos los caminos de la tierra y del cielo
Y cuando vuelva el sol en su caballo blanco
mi lecho equilibrado alzaré al cielo.
CUADRO
A Maurice Raynal
El mantel jirón del cielo
es mi estandarte
y el licor del poniente
da su reflejo al arte
Yo prefiero el mar cerrado
y al sol le pongo sordina
Mi poesía y las manzanas
hacen la atmósfera más fina
En medio la guitarra
Amémosla
Ella recoge el aire circundante
Es el desnudo nuevo
venus del siglo o madona sin infante
Bajo sus cuerdas los ríos pasan
y los pájaros beben el agua sin mancharla
Después de ver el cuadro
la luna es más precisa
y la vida más bella
El espejo doméstico ensaya una sonrisa
y en un transporte de pasión
canta el agua enjaulada en la botella
GIRALDA
Giralda en prisma puro de Sevilla,
nivelada del plomo y de la estrella,
molde en engaste azul, torre sin mella,
palma de arquitectura sin semilla.
Si su espejo la brisa enfrente brilla,
no te contemples —ay, Narcisa—, en ella,
que no se mude esa tu piel doncella,
toda naranja al sol que se te humilla.
Al contraluz de luna limonera,
tu arista es el bisel, hoja barbera
que su más bella vertical depura.
Resbala el tacto su caricia vana.
Yo mudéjar te quiero y no cristiana.
Volumen nada más: base y altura
SUCESIVA
Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.
Onda tras onda irradian de tu frente
y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.
Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.
Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.
NO VERTE
Un día y otro día y otro día.
No verte.
Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.
Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.
Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.
Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.
Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.
Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.
Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.
Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.
Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?
LAS TRES HERMANAS
Estabais las tres hermanas,
las tres de todos los cuentos,
las tres en el mirador
tejiendo encajes y sueños.
Y yo pasé por la calle
y miré. Mis pasos secos
resonaron olvidados
en el vesperal silencio.
La mayor miró curiosa,
y la mediana riendo
me miró y te dijo algo…
Tú bordabas en silencio,
como si no te importase,
como si te diese miedo.
Y después te levantaste
y me dijiste un secreto
en una larga mirada,
larga, larga. Los reflejos
en las vidrieras borrosas
desdibujaban tu esbelto
perfil. Era tu figura
la flor de un nimbo de ensueño.
Tres erais, tres, las hermanas
como en los libros de cuento.
ANTE LAS TORRES DE COMPOSTELA
También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de Compostela.
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho —ay, amor— mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.
Y ella —tú— aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas de piedra con los míos,
contempla entre mis torres las estrellas,
no estas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos
Ahogo
Déjame hacer un árbol con tus trenzas.
Mañana me hallarán ahorcado
en el nudo celeste de tus venas.
Se va a casar la novia
del marinerito.
Haré una gran pajarita
con sus cartas cruzadas.
Y luego romperé
la luna de una pedrada.
Neurastenia, dice el doctor.
Gulliver
ha hundido todos sus navíos.
Codicilo: dejo a mi novia
un puñal y una carcajada.
Autorretrato
Todo lo que llevo dentro
está ahí fuera.
Se ha hecho -fiel a sí mismo-
mi evidencia.
Mis pensamientos son montes,
mares, selvas,
bloques de sal cegadora,
flores lentas.
El sol realiza mis sueños,
me los crea
y el viento pintor, errante,
-luz, tormenta-
pule y barniza mis óleos,
mis poemas,
y el crepúsculo y la luna
los avientan.
Podéis tocar con las manos
mi conciencia.
Gozar podéis con los ojos
-negro y sepia-
los colores y las tintas
de mis penas.
Y eso que os roza el labio,
bruma o seda,
es mi amor -flores o pájaros
que revuelan-
mis amores, criaturas
libres, sueltas.
Todo lo que fuera duerme,
queda o pasa,
todo lo que huele o sabe,
toca o canta,
conmigo dentro se ha hecho
viva entraña,
víscera oscura y distinta,
sueño y alma.
Si pudierais traspasarme
os pasmarais.
Todo está aquí, aquí dormido.
Dibujada
llevo en mi sangre y mi cuerpo
cuerpo y sangre de mi patria.
Luces y luces de cielo,
cosas santas.
Todo lo que está aquí dentro
fuera estaba.
Todo lo que estaba ahí fuera
dentro calca.
El universo infinito
me enmaraña;
auscultadme, soy su cárcel
sin ventanas.
Escuchadme, dentro, fuera,
donde os plazca.
Mis más íntimos secretos
por el aire los pregonan
y los cantan.
Ayer soñaba
Ayer soñaba.
Tú eras un árbol manso
– isla morada, abanico de brisa –
entre la siesta densa.
Y yo me adormecía.
Después yo era un arroyo
Y arqueaba mi lomo de agua limpia,
como un gato mimado,
para rozarte al paso.
imaginadla, soñadla.
¿Quién será capaz de hacer
el retrato de la amada?
vagamente de su lánguida
figura, de su aureola
triste, profunda y romántica.
rizadas sobre la espalda
son tan negras que iluminan
en la noche. Que cuando anda,
flota, navega, resbala…
muy suyo…, de sus palabras,
a un tiempo reproche y lágrimas,
distantes como en un éxtasis,
como en un beso cercanas…
imaginadla, soñadla,
reflejada en el cambiante
espejo de vuestra alma.
Me estás enseñando a amar…
Me estás enseñando a amar.
Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar,
noche tras día.
La Noche ama al Día, el claro
ama a la Oscura.
Qué amor tan perfecto y tan raro.
Tú mi ventura.
El Día a la Noche alza, besa
sólo un instante.
la Noche al Día -alba, promesa-
beso de amante.
Me estás enseñando a amar.
Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar.
Mi alma, vacía.
Madrid, 8 jul 2012 (EFE).- Hace veinticinco años fallecía el poeta y escritor español Gerardo Diego, uno de los más brillantes exponentes de la Generación del 27.
Autor de más de cuarenta libros, su obra está marcada por la diversidad de estilos, formas y temas.
Su legado abarca desde la poesía clásica, como en “Versos Humanos” o “Soria sucedida”, hasta la más vanguardista, presente en sus poemarios “Imagen” o “Manual de espumas”.
A él se debe una histórica antología de la poesía española, que dio a conocer a los autores que formarían la Generación del 27.
Además de estudioso de la literatura, la música y el arte, Gerardo Diego fue un hombre polifacético y versátil, que compaginó su labor literaria con la de profesor de instituto, crítico, articulista y pianista.
Académico de la lengua, su obra le valió numerosos premios, entre ellos el Miguel de Cervantes, que compartió con Jorge Luis Borges.
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