lunes, 20 de septiembre de 2021

La infanta Isabel Clara Eugenia y Magdalena Ruiz - Alonso Sánchez Coello


Este retrato de Isabel Clara Eugenia acompañada por Magdalena Ruiz se inserta de lleno en la tradición del retrato de corte creado en los años centrales del siglo XVI.
La figura de cuerpo entero de la infanta, ricamente ataviada con un traje de seda blanca bordado en oro y guarnecido por numerosas joyas -entre las que destaca un camafeo con la imagen del Rey-, con una de sus manos apoyadas en la cabeza de Magdalena Ruiz, remite a otros importantes retratos femeninos de la dinastía.

La infanta Isabel Clara Eugenia y Magdalena Ruiz
1585 - 1588. Óleo sobre lienzo, 207 x 129 cm.

La imagen se inscribe en una cadena de tradiciones y herencias recibidas y asumidas que dibujan una suerte de perfil común dinástico de las mujeres de los Austrias, pergeñado gracias a los retratos de Tiziano y Antonio Moro.
El antecedente más inmediato debemos buscarlo en el retrato de Isabel de Valois (P1031), madre de la infanta, realizado entre 1561 y 1565, donde además de la concepción general, se repiten elementos como la columna, referencia explícita a los Habsburgo, y la presentación de una miniatura con la efigie de Felipe II, símbolo de dependencia, filiación dinástica y subordinación al rey, que aparece también en otros retratos femeninos anteriores, como el de Doña Juana de Austria del Museo de Bellas Artes de Bilbao, realizado por Alonso Sánchez Coello en 1557 y donde la presencia del Rey en una miniatura refuerza el papel regente que entonces asumía Juana.

La dedicación a los intereses de Felipe II por parte de su hija Isabel repetía sin duda el papel que había tenido Juana. Ambas se ocuparon del gobierno de parte de los territorios familiares por delegación de aquel a quien legítimamente le correspondían: el Rey.

En el caso de Isabel Clara Eugenia, la inclusión de la imagen paterna, un retrato dentro del retrato que reproduce el busto en alabastro de Pompeo Leoni, servía para reforzar la expresión mayestática que desprende la infanta. Magdalena Ruiz repite en parte el gesto de la infanta. Al mostrar un retrato pintado -posiblemente de Felipe II- en un medallón con cadena, que lleva colgada una joya frecuente en la época que solía reconocer servicios prestados y lealtades probadas.

La presencia de la anciana, una criada muy cercana que se vinculó a la corte española durante el reinado de Carlos V y su esposa Isabel de Portugal, es igualmente un elemento que refuerza el sentido de la tradición y continuidad familiar.

La forma en que el pintor la introduce en la obra repite la del pequeño servidor negro en el que se apoya la princesa Juana en su retrato de 1551, del círculo de Antonio Moro (Bruselas, Musées Royaux des Beaux-Arts), con una alusión a las posesiones africanas del imperio portugués que se incluyen igualmente en esta tela del Prado, donde aparecen otras referencias filo portuguesas.

Por un lado, Isabel Clara Eugenia viste siguiendo los colores del vistoso ceremonial luso: oro sobre blanco, y Magdalena Ruiz, que en 1581 había acompañado a Felipe II a Portugal, lleva sobre el pecho lo que se ha interpretado como recuerdo de ese viaje, un collar de coral de dos vueltas. Además, entre las manos sostiene dos pequeños monos, ejemplares oriundos de la América amazónica.

La atribución a Sánchez Coello se ha establecido tardíamente, tras proponerse los nombres de Bartolomé González y Felipe de Liaño. La notable calidad de los rostros parece corresponder con la factura del artista luso-valenciano, mientras que la minuciosa descripción de la vestimenta y el dosel del fondo puede asignarse a un trabajo de taller.


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