Ángel González


(Oviedo, 1925 – Madrid, 2008) Poeta español. Adscrito a la Generación del 50, el tono irónico de su obra implica la superación de la poesía social de posguerra. Hijo y nieto de enseñantes, estudió Magisterio en su ciudad natal mientras cursaba la carrera de Derecho como alumno libre, obteniendo el título de licenciado en 1949. Tras ejercer como maestro durante varios meses en una aldea de Páramo del Sil, León, convaleciente de una tuberculosis, trabajó como crítico musical en La Voz de Asturias.
 
Ingresó luego en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, donde conoció a Vicente Aleixandre, quien lo animó a publicar sus poemas. En 1954 obtuvo por oposición una plaza en el Ministerio de Obras Públicas, y fue destinado a Sevilla. Al año siguiente solicitó una excedencia y se trasladó a Barcelona, donde entró en contacto con Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma, entre otros poetas.
 
En 1956 concursó al Premio Adonais y recibió un accésit por su libro Áspero mundo. Reintegrado a su empleo de funcionario, trabajó en Madrid hasta que, en 1972, se trasladó a Estados Unidos como profesor de Literatura española contemporánea en la Universidad de Nuevo México, Albuquerque.
Tras su jubilación, regresó a España en febrero de 1994, y en 1996 fue designado miembro de la Real Academia Española. En 1985 había recibido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
 
Considerado como uno de los máximos representantes de la denominada “poesía social” entre los poetas de la Generación del 50, su recurso al escepticismo y la ironía como instrumentos de crítica de la sociedad española destacaba ya en su obra Áspero mundo. El uso de la ironía como medio de eludir la censura está también presente en su segundo libro, Sin esperanza, con convencimiento (1961), nueva muestra de una poesía testimonial que alcanzó su madurez en Grado elemental (1962), obra galardonada con el Premio Antonio Machado.
 
Una selección de los poemas recogidos en Tratado de urbanismo (1967) anunció la segunda etapa en la poesía del autor, caracterizada por una disminución del contenido narrativo y una mayor atención a lo esencial e íntimo. Con todo, la crítica vehiculada con humor escéptico siguió apareciendo ocasionalmente en obras como Breves acotaciones para una biografía (1971), Procedimientos narrativos (1972) y Breve muestra de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan (1976).
 
A partir de 1968 utilizó el título de Palabra sobre palabra, una colección de cinco poemas aparecida en 1965, para las sucesivas ediciones de su obra acumulada (1968, 1972, 1978, 1986). Su labor como docente dio pie a que publicara varios ensayos de crítica literaria: Juan Ramón Jiménez (1973), El grupo poético de 1927 (1976), Gabriel Celaya (1977) y Aproximaciones a Antonio Machado (1979), Historia social del trabajo, Quevedo y Franco, dolor de España. Otros de sus títulos son Poemas (1980), Antología poética (1982), Prosemas o menos (1985) y Deixis en fantasma (1992), así como Lecciones de cosas y otros poemas (1998), reedición revisada y ampliada de poemas publicados con anterioridad.

CARTA SIN DESPEDIDA
 
A veces,
mi egoísmo me llena
de maldad,
y te odio casi
hasta hacerme daño
a mí mismo:
son los celos, la envidia,
el asco
al hombre, mi semejante
aborrecible, como yo
corrompido y sin remedio,
mi querido
hermano y parigual en la desgracia.
A veces —o mejor dicho:
casi nunca—,
te odio tanto que te veo distinta.
Ni en corazón ni en alma te pareces
a la que amaba sólo hace un instante,
y hasta tu cuerpo cambia
y es más bello
—quizá por imposible y por lejano.
 
Pero el odio también me modifica
a mí mismo,
y cuando quiero darme cuenta
soy otro
que no odia, que ama
a esa desconocida cuyo nombre es el tuyo,
que lleva tu apellido,
y tiene,
igual que tú,
el cabello largo.
Cuando sonríes, yo te reconozco,
identifico tu perfil primero,
y vuelvo a verte,
al fin,
tal como eras, como sigues
siendo,
como serás ya siempre, mientras te ame.
autógrafo.

A VECES, EN OCTUBRE, ES LO QUE PASA…
 
Cuando nada sucede,
y el verano se ha ido,
y las hojas comienzan a caer de los árboles,
y el frío oxida el borde de los ríos
y hace más lento el curso de las aguas;
cuando el cielo parece un mar violento,
y los pájaros cambian de paisaje,
y las palabras se oyen cada vez más lejanas,
como susurros que dispersa el viento;
 
entonces,
ya se sabe,
es lo que pasa:
 
esas hojas, los pájaros, las nubes,
las palabras dispersas y los ríos,
nos llenan de inquietud súbitamente
y de desesperanza.
 
No busquéis el motivo en vuestros corazones.
Tan sólo es lo que dije:
lo que pasa.

CARTA

Amor mío:
el tiempo turbulento pasó por mi corazón
igual que, durante una tormenta, un río pasa bajo un puente:
rumoroso, incesante, lleva lejos
hojas y peces muertos,
fragmentos desteñidos del paisaje,
agonizantes restos de la vida.
Ahora,
todo ya aguas abajo
—luz distinta y silencio—,
quedan sólo los ecos de aquel fragor distante,
un aroma impreciso a cortezas podridas,
y tu imagen entera, inconmovible,
tercamente aferrada
—como la rama grande
que el viento desgajó de un viejo tronco a
la borrosa orilla de mi vida.

AQUEL TIEMPO
 
Aquel tiempo
no lo hicimos nosotros;
él fue quien nos deshizo.
Miro hacia atrás.
¿Qué queda de esos días?
Restos, vida quemada, nada.
Historia: escoria.

BOSQUE
 
Cruzas por el crepúsculo.
El aire
tienes que separarlo casi con las manos
de tan denso, de tan impenetrable.
Andas. No dejan huellas
tus pies. Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza. Un pájaro no sabe
que estás allí, y lanza su silbido
largo al otro lado del paisaje.
El mundo cambia de color: es como el eco
del mundo. Eco distante
que tú estremeces, traspasando
las últimas fronteras de la tarde.

CUMPLEAÑOS DE AMOR

¿Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
—prolongándome, vivo, hacia la muerte—
se pasarán de mano en mano,
de corazón a corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos
—qué importa que no sean estos ojos—
te seguirán a donde vayas, fieles.

DISCURSO A LOS JÓVENES
 
De vosotros,
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados.
 
Nosotros somos estos
que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan.
 
Tú, Piedra,
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.
 
A ti,
mi leal amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que se alza.
 
Y finalmente,
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con aquéllos a los que necesitas,
pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos más allá de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.
 
Si alguno de vosotros
pensase
yo le diría: no pienses.
 
Pero no es necesario.
 
Seguid así,
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.

POÉTICA
A LA QUE INTENTO A VECES APLICARME.
 
Escribir un poema: marcar la piel del agua.
Suavemente, los signos
se deforman, se agrandan,
expresan lo que quieren
la brisa, el sol, las nubes,
se distienden, se tensan, hasta
que el hombre que los mira—
—adormecido el viento,
la luz alta—
o ve su propio rostro
o —transparencia pura, hondo
fracaso— no ve nada.

ESTOS POEMAS
 
Estos poemas los desencadenaste tú,
como se desencadena el viento,
sin saber hacia dónde ni por qué.
Son dones del azar o del destino,
que a veces
la soledad arremolina o barre;
nada más que palabras que se encuentran,
que se atraen y se juntan
irremediablemente,
y hacen un ruido melodioso o triste,
lo mismo que dos cuerpos que se aman.

LETRA PARA CANTAR UN DÍA DOMINGO
 
Y a última hora no quedaba nada:
ni siquiera las hojas de los árboles
—acacias—, ni el viento de la tarde,
ni la alegría, ni la desesperanza.
La caricia que pudo haber rozado
aquella piel, no se produjo porque
aquella piel no era la tuya,
ni los ojos
que me miraban eran
tus ojos, ni el deseo
—que en otro tiempo hubiera sido
suficiente tenía
sentido, desviado
del cauce de ti misma.
 
A última hora había pasado un día,
y al sentirlo hecho sombra, y polvo, y nada,
comprendí que la luz que había llenado
sus horas,
y todas las palabras
que ocuparon mi boca, y los gestos
de mis manos,
y la fatalidad de mis designios,
y las calles que anduve paso a paso,
y el vino que bebí, y la alegría
de saber que existías en el mismo
instante,
no eran sólo el fracaso repetido
del Día del Señor, sino que eran
un día más sin ti:
comprendí con dolor que jamás, nunca
para mí habría domingos ni esperanza
fuera de tu mirada y tu sonrisa,
lejos de tu presencia tibia y clara.

MUERTE EN EL OLVIDO

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
 
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
—oscuro, torpe, malo— el que la habita…

TODO AMOR ES EFÍMERO
 
Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
mi vida entera.

[SE ME HIELA LA VOZ EN LA GARGANTA]
 
Se me hiela la voz en la garganta.
Mi voz más dulce, con la que solía
hablar de amor a solas, se me enfría
aprisionando todo lo que canta.
 
¿O es una voz distinta ésta que tanta
tristeza dice que ensombrece al día?
En lentos remolinos de agonía
mi voz, ceniza densa, se levanta.
 
Fino polvo sutil de mi tristeza
conducido en pausados giros quedos
a las más nimias cosas por el viento!
 
Todo es ya gris, y tengo la certeza
que, de tocarlo todo, vuestros dedos
tendrán la mancha de mi desaliento.

SOL YA AUSENTE
 
Todavía un instante, mientras todo se apaga,
la piedra que recoge lo que el cielo desdeña,
esa mancha de luz
para cuando no quede,
un poco de calor
para cuando la noche…
 
Todavía un instante, mientras todo se pierde,
la memoria que guarda la belleza de un rostro,
esos ojos lejanos que derraman
su claridad aquí, tan dulce y leve,
este amor obstinado
para cuando el olvido…
 
Pero el olvido nunca:
 
un instante final que se transforma en siempre,
la luz sobre la piedra,
la mirada
que dora tenuemente todavía
—después de haber miradola
penumbra de un sueño…

VALS DE ATARDECER
 
Los pianos golpean con sus colas
enjambres de violines y de violas.
Es el vals de las solas
y solteras,
el vals de las muchachas casaderas,
que arrebata por rachas
su corazón raído de muchachas.
 
A dónde llevará esa leve brisa,
a qué jardín con luna esa sumisa
corriente
que gira de repente
desatando en sus vueltas
doradas cabelleras, ahora sueltas,
borrosas, imprecisas
en el río de música y metralla
que es un vals cuando estalla
sus trompetas.
 
Todavía inquietas,
vuelan las flautas hacia el cordelaje
de las arpas ancladas en la orilla
donde los violoncelos se han dormido.
Los oboes apagan el paisaje.
Las muchachas se apean en sus sillas,
se arreglan el vestido
con manos presurosas y sencillas,
y van a los lavabos, como después de un viaje.

Antonio San José entrevista al poeta Ángel González en el programa "Cara a cara" de CNN+. CNN+ es la propietaria de los derechos de este vídeo que encontré en la web: http://www.elboomeran.com/ 10 de enero de 2006.












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