(Madrid, 1895 – San Sebastián, 1983) Escritor español. Personaje completo y de gran viveza intelectual, fue un individualista generoso y congregador que mostró una temprana inquietud y una amplia cultura literaria. Su obra se encuadra dentro de las propuestas estéticas de la llamada generación del 27.
A CRISTO CRUCIFICADO
Tú me ofreces la vida con tu muerte
y esa vida sin Ti yo no la quiero;
porque lo que yo espero, y desespero,
es otra vida en la que pueda verte.
Tú crees en mí. Yo a Ti, para creerte,
tendría que morirme lo primero;
morir en Ti, porque si en Ti no muero
no podría encontrarme sin perderte.
Que de tanto temer que te he perdido,
al cabo, ya no sé qué estoy temiendo:
porque de Ti y de mí me siento huido.
Mas con tanto dolor, que estoy sintiendo,
por ese amor con el que me has herido,
que vivo en Ti cuando me estoy muriendo.
Ponme tus manos en los ojos
Para guiarme como a un ciego
Por el fantasmal laberinto
De mi oscuridad y mi silencio.
Igual que cuando éramos niños
Y jugábamos a perdernos
Por largos pasillos y alcobas
De un enorme caserón viejo.
Tú apoyabas contra mi espalda
El blando empuje de tu cuerpo
Mientras me cegaban los ojos
La suave prisión de tus dedos.
Me guiabas para perderme
En el tenebroso misterio,
Sintiendo nuestros corazones
Que latían al mismo tiempo.
Por los ilusorios caminos
Que inventabas, me ibas perdiendo,
Paso a paso, gozosamente,
En la noche de nuestro juego.
Desde entonces viví soñando
Con aquel infantil infierno
Por el que tus manos de niña
Me guiaban para perdernos.
La vejez es una máscara:
Si te la quitas, descubres
El rostro infantil del alma.
La niñez te va siguiendo
Durante toda la vida.
Pero ella va más despacio
Y tú andas siempre de prisa.
Cuando la vejez te llega,
No es que vuelves a la infancia,
Es que moderas el paso
Y al fin la niñez te alcanza.
Soy una sombra que no siembra huida,
Porque engendrada de una llama incierta
Deja en el surco la semilla muerta
Para que vuelva a renacer la vida.
Por la tierra y el agua convertida
En limo, en barro humano, me despierta
La luz del sol de par en par abierta
Como se abren los labios de una herida.
Para poder seguirte pareciendo,
Si quieres escaparme, te persigo,
Si me persigues, te acompaño huyendo.
Como amigo fugaz soy tu enemigo
Que no parece ser que lo está siendo.
No estoy nunca sin ti, ni estoy contigo.
La vida es nuestra pasión.
La verdad, nuestra razón.
(Cuando de verdad queremos —lo que de vida soñamos—
La verdad, la padecemos, —la vida, la razonamos.)
La vida es nuestra razón.
La verdad, nuestra pasión.
Agua sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.
Agua es la blanda nieve silenciosa
Y el mundo bloque de cristal de hielo.
Pero no es agua, es luz la voz que calla
Maravillosamente en su silencio.
Agua es la nube oscura y silenciosa,
Errante prisionera de los cielos.
Pero su sombra, andando por la tierra
Y el mar; no es agua, es sueño.
Como quien oye llover
Te pido que oigas mis versos:
Con atención tan profunda
Como se escucha el silencio.
Como se escucha a los árboles
Cuando los menea el viento,
Y caer, como hojas secas,
Las horas muertas del tiempo.
Como el crepitar sonoro
De las llamas en el fuego,
Y en los cielos el callado
Arder de los astros muertos.
Suena tu voz lo mismo que un lamento
O que un grito perdido en lejanía;
Como una luz que hiere el horizonte
Y lo abre a soledades infinitas.
Es penumbrosa claridad el sosiego
De la tarde. La lumbre mortecina
De tu alma, pelea con las sombras
Del tiempo, que la cubren de ceniza.
Los ecos del silencio hasta tu oído
Unos pasos lejanos aproximan.
Y es otra muda voz la de la sangre
Que en tu cansado corazón palpita.
Otra vez esta noche,
Cuando estaba esperándote,
Me dormí, y en mi sueño
Oí una voz llamándome.
Una voz larga y triste,
Apenas susurrante,
Como un sollozo roto
En los dedos del aire.
Una voz melodiosa
Que no oyó nunca nadie;
Que cuando más se acerca,
Más parece alejarse.
Una voz melodiosa
Que no oyó nunca nadie;
Que cuando más se acerca,
Más parece alejarse.
La voz de un viento oscuro
Que se esconde en los árboles
Y hace temblar sus copas
En la luz de la tarde.
Una voz que me llama
Y no quiere llamarme.
Una voz que parece
Que se apaga al callarse.
Tú que sabes tantas cosas,
Dime por qué vuela el pájaro;
Por qué crecen las espigas;
Por qué reverdece el árbol.
Por qué se alumbran de flores
En primavera los prados.
Por qué no se calla el mar.
Por qué se apagan los astros.
Por qué es sonoro el silencio
En la soledad del campo:
Y el agua corre a esconderse
Entre su risa y su llanto.
Por qué el viento aviva el fuego
Cuando no puede apagarlo.
Por qué el corazón se duerme
Si el alma sigue soñando.
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