Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Badajoz, 7 de noviembre de 1598 – Madrid, 27 de agosto de 1664) fue un pintor del Siglo de Oro español.
Contemporáneo y amigo de Velázquez, Zurbarán destacó en la pintura religiosa, en la que su arte revela una gran fuerza visual y un profundo misticismo. Fue un artista representativo de la Contrarreforma. Influido en sus comienzos por Caravaggio, su estilo fue evolucionando para aproximarse a los maestros manieristas italianos. Sus representaciones se alejan del realismo de Velázquez y sus composiciones se caracterizan por un modelado claroscuro con tonos más ácidos.
Francisco de Zurbarán nació el 7 de noviembre de 1598 en Fuente de Cantos (Badajoz). Sus padres fueron Luis de Zurbarán, un acomodado comerciante vasco establecido en Extremadura desde 1582, e Isabel Márquez, quienes se habían casado en la localidad vecina de Monesterio el 10 de enero de 1588. Otros dos importantes pintores del Siglo de Oro nacerían poco después: Velázquez (1599–1660) y Alonso Cano (1601–1667).
Francisco de Zurbarán nació el 7 de noviembre de 1598 en Fuente de Cantos (Badajoz). Sus padres fueron Luis de Zurbarán, un acomodado comerciante vasco establecido en Extremadura desde 1582,1 e Isabel Márquez, quienes se habían casado en la localidad vecina de Monesterio el 10 de enero de 1588. Otros dos importantes pintores del Siglo de Oro nacerían poco después: Velázquez (1599–1660) y Alonso Cano (1601–1667).
Probablemente se iniciara en el arte pictórico en la escuela de Juan de Roelas, en su ciudad natal, antes de ingresar, en 1614, en el taller del pintor Pedro Díaz de Villanueva (1564–1654), en Sevilla, donde Alonso Cano lo conoció en 1616. Probablemente también trabó relación con Francisco Pacheco y sus alumnos, además de tener cierto influjo procedente de Sánchez Cotán tal cual puede observarse en la Naturaleza muerta que pintó Zurbarán hacia 1633.
Su aprendizaje se terminó en 1617, año en el que Zurbarán se casó con María Páez.
El primer cuadro que se citaba como de los comienzos de su carrera es una Inmaculada creída de 1616 (colección de Plácido Arango), pero su fecha real es 1656 y, de hecho, delata influencias de Tiziano y Guido Reni, más propias de la última etapa del artista en Madrid.
En 1617 se estableció en Llerena, Extremadura, donde nacieron sus tres hijos: María, Juan (Llerena 1620-Sevilla 1649), (que fue pintor, como su padre, y murió durante la gran epidemia de peste ocurrida en Sevilla en 1649), e Isabel Paula.
Tras el fallecimiento de su esposa, se volvió a casar en 1625 con Beatriz de Morales, viuda y con una buena posición económica, aunque diez años mayor que él, como su primera esposa. En 1622 era ya un pintor reconocido, por lo que fue contratado para pintar un retablo para una iglesia de su ciudad natal.
En 1626 y ante un notario, firmó un nuevo contrato con la comunidad de predicadores de la orden dominica de San Pablo el Real, en Sevilla; tenía que pintar veintiún cuadros en ocho meses. Fue entonces, en 1627, cuando pintó el Cristo en la cruz (Art Institute de Chicago), obra que fue tan admirada por sus contemporáneos que el Consejo Municipal de Sevilla le propuso oficialmente, en 1629, que fijara su residencia en esta ciudad hispalense. En este cuadro la impresión de relieve es sorprendente; Cristo está clavado en una burda cruz de madera. El lienzo blanco, luminoso, que le ciñe la cintura, con un hábil drapeado —ya de estilo barroco—, contrasta dramáticamente con los músculos flexibles y bien formados de su cuerpo. Su cara se inclina sobre el hombro derecho. El sufrimiento, insoportable, da paso a un último deseo: la resurrección, último pensamiento hacia una vida prometida en la que el cuerpo, torturado hasta la extenuación pero ya glorioso, lo demuestra visualmente.
Igual que en el Cristo crucificado de Velázquez (pintado hacia 1630, más rígido y simétrico), los pies están clavados por separado. En esa época, las obras, en ocasiones monumentales, trataban de recrearse morbosamente en la crucifixión; de ahí el número de clavos. Por ejemplo, en las Revelaciones de Santa Brígida se habla de cuatro clavos. Por otra parte, y tras los decretos tridentinos, el espíritu de la Contrarreforma se opuso a las grandes escenificaciones, orientando especialmente a los artistas hacia las composiciones en las que se representara únicamente a Cristo. Muchos teólogos sostenían que tanto el cuerpo de Jesús como el de María tenían que ser unos cuerpos perfectos. Zurbarán aprendió bien estas lecciones, afirmándose, a los veintinueve años, como un maestro indiscutible.
El maestro sevillano
Extremeño de nacimiento, es considerado un pintor de imaginería (artista de carácter religioso, especializado en imágenes y estatuas) Zurbarán firmó un nuevo contrato en 1628 con el convento de Nuestra Señora de la Merced Calzada, y se instaló, con su familia y los miembros de su taller, en Sevilla. Pintó entonces el cuadro de San Serapio, uno de los mártires de la Orden de la Merced, muerto en 1240 tras haber sido torturado, probablemente por los piratas sarracenos.
Los religiosos mercedarios (pertenecientes a la Orden de la Merced), además de los votos tradicionales de castidad, pobreza y obediencia, pronunciaban un voto de «redención o de sangre» por el que se comprometían a entregar su vida a cambio del rescate de los cautivos en peligro de perder su fe.
Zurbarán quiso representar el horror sin que en la composición apareciera ni una gota de sangre. Aquí no se intuye el ensueño divino que precede a la Resurrección. La boca entreabierta no deja escapar ni un grito de dolor, demuestra el abatimiento paroxístico; dice en un soplo, simple y terriblemente, que ya es demasiado para seguir viviendo.
La gran capa blanca, casi un trampantojo, ocupa la mayor parte del cuadro. Si se hace abstracción del rostro, la relación entre la superficie total y la de este vasto espacio blanco es, exactamente, el número áureo.
Nominándose a sí mismo como «maestro pintor de la ciudad de Sevilla», Zurbarán despertó los celos de algunos pintores como Alonso Cano, a quien Zurbarán desdeñó. Se negó a pasar los exámenes que le darían derecho a utilizar este título, pues consideraba que su obra y el reconocimiento de los grandes tenían más valor que el de algunos miembros, más o menos amargados, de la corporación de los pintores. Le llovían los encargos de las familias nobles y para los grandes conventos que los mecenas andaluces protegían, como los de los jesuitas.
La gloria nacional
En 1634 efectuó un viaje a Madrid. Su estancia en la capital resultó determinante para su evolución pictórica. Se encontró con su amigo Diego Velázquez, con el que analizó y meditó sobre sus obras. Pudo contemplar las obras de los pintores italianos que trabajaban en la corte de España, como las de Angelo Nardi y Guido Reni. Zurbarán renunció, desde ese momento, al tenebrismo de sus inicios, así como a las veleidades caravagistas (de las que se puede ver un ejemplo en el cuadro La Exposición del cuerpo de San Buenaventura, especialmente en las caras de los adolescentes situados en la parte derecha del cuadro). Sus cielos se hicieron más claros y los tonos menos contrastados.
Dotado con el título de «Pintor del Rey», volvió a Llerena, donde pintó, gratuitamente, un cuadro para la iglesia de Nuestra Señora de la Granada debido a la devoción que sentía por la Virgen María. Los encargos se le acumulaban: Nuestra Señora de la Defensión, la Cartuja de Jerez de la Frontera, la iglesia de San Román en Sevilla…
Esta última ciudad, a orillas del Guadalquivir, era uno de los grandes puertos europeos que vivía del comercio con las Américas. Los galeones llegaban cargados de oro y zarpaban con las bodegas llenas de productos españoles (entre otras cosas, obras de arte). Zurbarán empezó a producir pinturas religiosas para el mercado americano (en ocasiones, series de santos de diez y más obras) y ya en 1638 reclamaba el pago de una suma que le debía Lima. Ejemplo excepcional de la producción de Zurbarán para América es la serie de doce cuadros Las tribus de Israel, actualmente en Auckland, en el condado de Durham (Inglaterra); se supone que no llegaron a su destino por un ataque pirata.
En 1639 murió su segunda esposa, Beatriz, y en ese año Zurbarán pintó Cristo en Emaús (Museo Nacional de San Carlos, México) y San Francisco en éxtasis.
En 1641 se casó su hijo Juan con Mariana de Cuadros (hija de un rico comerciante) que moriría poco después.
En enero de 1643 el Conde-Duque de Olivares, hasta ese momento favorito de Felipe IV de España, fue exiliado. Olivares era un gran protector de los pintores andaluces. Esta crisis política se unió a una desaceleración de la actividad comercial de Sevilla, lo que significó, asimismo, que disminuyera el número de encargos pictóricos. Zurbarán, altamente estimado, no se vio afectado por este percance.
En 1644 se casó con Leonor de Tordera, hija de un orfebre. Ella tenía veintiocho años y Zurbarán cuarenta y seis. Tuvieron seis hijos.
Hacia 1636, Zurbarán intensificó la exportación a América del Sur. En 1647, un convento peruano le encargó treinta y ocho pinturas, veinticuatro de las cuales tenían que ser de Vírgenes a tamaño natural. En el mercado americano puso en venta, asimismo, algunos cuadros profanos, lo que le compensó de la disminución de la clientela andaluza5 de la que otro pintor sevillano, Murillo, sería también víctima, y lo que explicaría, a su vez, la marcha de Alonso Cano a Madrid.
Los encargos que tenía Zurbarán eran muchos, y de ellos da cuenta un contrato encontrado según el cual Zurbarán vendió a Buenos Aires quince vírgenes mártires, quince reyes y hombres célebres, veinticuatro santos y patriarcas (todos ellos a tamaño natural) y también nueve paisajes holandeses. Zurbarán podía permitirse el mantener un taller importante con aprendices y asistentes. Su hijo Juan, conocido por ser un buen pintor de bodegones (escenas de cocina, mercados y naturalezas muertas), trabajó probablemente para su padre. Una hermosa naturaleza muerta de Juan de Zurbarán se encuentra en el museo de Kiev.
Tras una terrible epidemia de peste que asoló Sevilla en 1649, la desgracia se cebó en Zurbarán, que perdió a casi todos sus hijos. A ello se añadió un cambio en las técnicas pictóricas liderado por Bartolomé Esteban Murillo, que había comenzado a acaparar los encargos más interesantes.
A principios de los años 1650 Zurbarán viajó de nuevo a Madrid. Pintó, entonces, en esfumado, el admirable rostro de la Virgen en la Anunciación (1638) que se encuentra en el Museo de Grenoble, y Cristo llevando la cruz de 1653 (catedral de Orleans). En 1658 los cuatro grandes pintores —Zurbarán, Velázquez, Alonso Cano y Murillo— se encontraban en Madrid. Zurbarán testificó durante la investigación llevada a cabo sobre Velázquez, lo que le permitió ingresar en la Orden de Santiago como él deseaba. De esa época datan El lienzo de la Verónica (Valladolid, Museo Nacional), El reposo durante la huida a Egipto (Museo de Budapest), San Francisco arrodillado con una calavera (Madrid, Prado; donación de Plácido Arango) y La Virgen con el Niño y san Juanito, su última obra fechada conocida (1662; Bilbao, Museo de Bellas Artes). Su fiel amigo Velázquez falleció en 1660.
Declive, muerte y desaparición del artista
En condiciones económicas precarias, y en pleno declive de su carrera artística, el 27 de agosto de 1664 Francisco de Zurbarán murió en Madrid a los 65 años de edad. Fue enterrado en el convento de Copacabana –que fue destruido en el siglo XIX a raíz de la desamortización de Mendizábal, por lo que los restos del pintor se perdieron para siempre–.
Su figura artística fue reivindicada tras su fallecimiento y, a pesar de no ser tan apreciado como su colega Murillo, su nombre traspasó las fronteras de España y hoy en día es uno de los pintores más reconocidos a nivel mundial.
Casa Museo
Su casa natal en Fuente de Cantos ha sido rehabilitada y dispone de las más modernas tecnologías para trasladar al visitante a la época del genial pintor extremeño. Un museo que pertenece a la red de Museos de Identidad de Extremadura.
Casa – Museo de Zurbarán
Obras de Francisco de Zurbarán
Defensa de Cádiz contra los ingleses 1634 – 1635. Visión de san Pedro Nolasco 1629. Aparición de san Pedro a san Pedro Nolasco 1629. Santa Isabel de Portugal Hacia 1635. Hércules separa los montes Calpe y Abyla – 1634 San Diego de Alcalá Hacia 1658. San Jacobo de la Marca 1659 – 1660. Cristo crucificado, con un pintor Hacia 1650 La Inmaculada Concepción 1628 – 1630. El Salvador bendiciendo 1638. Bodegón con cacharros Hacia 1650. Fray Diego de Deza y Tavera, arzobispo de Sevilla Hacia 1631. San Antonio de Padua con el Niño Jesús 1635 – 1650. Santa Eufemia 1635 – 1640. San Buenaventura Hacia 1659 Agnus Dei 1635 – 1640. Martirio de Santiago Hacia 1640. Cristo crucificado con un donante 1640. Alegoría de la Caridad Hacia 1655. San Francisco en oración 1659. La Inmaculada Concepción Hacia 1635. La Inmaculada Niña 1656. Nacimiento de María, 1625-1630, Pasadena, Norton Simon Museum María de niña 1630, Ciudad de Nueva York , Museo Metropolitano de Arte Virgen niña dormida 1630-1635, Madrid , Fundación Banco Santander La Anunciación 1650, Filadelfia, Museo de Arte Madonna and Child 1658, Moscú Madonna / Virgen y el Niño con el Infante San Juan Bautista 1658, San Diego, Museo de Arte Infancia de la Virgen 1658-1660, San Petersburgo , Museo del Hermitage Madonna / Virgen con el Niño con el Infante San Juan Bautista hacia 1662, Bilbao , Museo de Bellas Artes Cristo y la Virgen en Nazaret 1630, Cleveland, Museo de Arte Cristo en la columna 1661, Breslavia, Muzeum Narodowe Cristo en la Cruz 1627, Chicago, Art Institute San Hugo de Grenoble en el Refectorio de la Cartuja 1630-1635, Sevilla La Virgen de las Cuevas 1655, Sevilla, Museo de Bellas Artes San Serapio 1628, La Virgen María otorgó el hábito de los mercedarios a San Pedro Nolasco 1628-1634 San Pedro Nolasco recuperando la imagen de la Virgen 1630, Cincinnati, Museo de Arte Visión del Hermano Andrés Salmerón entre 1639 y 1640, Guadalupe, Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe La aparición del Niño Jesús a San Antonio de Padua – 1627 a 1630 Meditación de San Francisco 1632, Buenos Aires, Museo Nacional de Bellas Artes San Francisco en éxtasis 1658-1660, San Francisco de Asís recibiendo los estigmas Museo Soumaya La oración de San Buenaventura sobre la selección del nuevo Papa 1629 Exposición del cuerpo de San Buenaventura12 (1629), Museo del Louvre, París Santa Isabel de Turingia hacia 1635,Museo de Bellas Artes de Bilbao Santa Lucía 1635-1640, Washington, DC , Galería Nacional de Arte Saint Margaret 1635-1640, Londres , Galería Nacional El Entierro de Santa Catalina Sevilla, Iglesia San José Arcángel Gabriel hacia 1631-1632, Montpellier, Musée Fabre Retrato de Juan Martínez Serrano 1631-1640 Retrato de Diego Deza hacia 1631, Madrid , Museo del Prado Bodegón con limones, naranjas y una rosa 1633, Pasadena, Norton Simon Museum La Anunciación, 1638, Museo de Grenoble San Andrés (1630-1632), Museo de Bellas Artes de Budapest. La Familia de la Virgen 1630-1635 Apoteosis de Santo Tomás de Aquino 1631 – Museo de Bellas Artes (Sevilla)
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