Lago Rivera va consolidando su fama con una pintura de extraordinaria delicadeza, que hoy está en los museos de Arte Moderno de Francia, de Madrid, de toda Galicia y de numerosas ciudades de Europa y América.
Desde una inicial etapa figurativa, de rigor dibujístico y colorismo caliente, deriva hacia una total simplificación, de exquisito lirismo en entonaciones suaves, de azules, rosas y amarillos desvaídos. Infantiliza los temas y los hace casi monocromos. El azul ténue, con zonas de blancos, será su cromatismo preferido. Nada más delicado, más lírico e intimista que sus bodegones, donde las cosas representadas cobran una espiritualidad casi religiosa. Una luz tamizada envuelve las representaciones, y hay siempre en sus cuadros una atmósfera de neblina. A veces recurre a la anécdota, para transformarla en pintura pura. En sus paisajes apenas hay referencias.
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